Escrito por Antonia del Castillo.
Durante el curso de asesoramiento “Por una mejor convivencia” que estuve realizando de febrero a mayo de 2008 a un claustro de profesores de un CEIP (Colegio público de Infantil y Primaria) de la provincia de Sevilla, se presentó el siguiente caso:
Los padres de un alumno de 2º de Primaria habían decidido que no repitiera este curso y pasara al curso siguiente, aunque el equipo educativo consideraba que era mejor para el alumno repetir. Previamente a la decisión se habían generado momentos de discusión y mucha tensión entre padres, profesores y la dirección del centro. Todo el proceso y la decisión final hizo sentir a los profesores cuestionados en su autoridad docente con el consiguiente malestar y desgaste ante la situación. De entrada, observamos que hay mucho malestar por ambas partes.
Entonces, planteo que lo miremos desde el punto de vista pedagógico-sistémico y por tanto, elijo representantes de todos los protagonistas: el alumno, sus padres, la tutora, dos profesoras (en representación de todos) y la jefa de estudios y los sitúo en los vértices de un triángulo imaginario.
A partir de ese momento se generaron una serie de movimientos, mediante los cuales pudimos observar que, el que se siente con más sobrecarga de todos es el alumno, el cual, está sintiendo el malestar de sus padres y de sus profesores. Esto es demasiado peso para un niño y su única salida es querer irse del colegio como así lo indica su comportamiento agudizado desde entonces. Vimos que se había generado una desconfianza mutua entre los padres y los profesores, los padres porque no se explican que los profesores no vean que, a pesar del bajo rendimiento de su hijo, es mejor que pase de curso y si tiene que repetir lo haga más adelante en 4º curso y por otro lado los profesores, porque no comprenden que los padres no vean que su hijo lo va a tener difícil en 3º, que además, no acepten su criterio docente y ven cuestionada su profesionalidad.
Ante esto nos damos cuenta que, en realidad, tanto una parte como otra, no están mirando al alumno, se están mirando ellos, ya que ambas partes se sienten cuestionadas como padres y como profesores y no perciben , no sólo el malestar del niño, sino que en estas condiciones, el niño no siente que tenga el permiso para aprender y la confianza de sus padres hacia sus profesores y como para un niño lo más importante es el amor de sus padres, éste no tendrá éxito en la escuela siguiendo el principio de lealtad a sus padres.
Si queremos conseguir que, por lo menos el alumno se sienta mejor en la escuela y que quizás pueda mejorar su rendimiento, entonces el movimiento tiene que partir de la escuela, ya que si la escuela se opone a la familia, ésta pierde la confianza y el alumno no va a aprender. Entonces les pido a los representantes de la jefa de estudios y los profesores que le digan a los padres:
“Ustedes conocen a su hijo mejor que nosotros y saben mejor lo que le conviene. Aceptamos su decisión”
Y también que le digan al alumno:
“Tus padres han tomado la mejor decisión para ti. Confiamos en ellos y haremos lo que esté en nuestra mano para que consigas tus objetivos”
Vimos que estas frases, tranquilizaban a los padres y al alumno y se producía un movimiento de acercamiento a la escuela.
De esta manera, se cambia una relación de oposición a una relación de cooperación, en la que:
• Los padres se sienten reconocidos y por tanto ellos reconocerán y confiarán en los profesores.
• Los profesores se sienten descargados de una decisión que no les toca a ellos, sólo a los padres. Los profesores solamente pueden indicar lo que consideran mejor para el alumno y de esta manera, respetando de corazón la decisión de los padres demuestran paradójicamente una mayor profesionalidad porque: 1º reconocen que para el alumno los primeros y más importantes son sus padres,
2º que los padres pueden estar viendo algo más del alumno que ellos no ven, así reconocen sus limitaciones y esto les honra y
3º ellos han cumplido con su trabajo y lo demás no les corresponde.
• El alumno, sentirá que sus padres son reconocidos por sus profesores y éstos serán confiables para sus padres. Él se sentirá libre de los problemas de los adultos y se sentirá con el permiso y la fuerza para estar y aprender en la escuela.
A veces nos imaginamos que la solución a los problemas que se nos platean en un centro docente, tiene que ser una gran solución y realmente como hemos visto aquí, se trata de una pequeña solución, una frase, una mirada de respeto, eso sí, tiene que salir del corazón, y desde luego que, también se nos presentan casos muy difíciles y con dinámicas familiares que no comprendemos, sin embargo ahí es donde más en nuestro sitio debemos estar, en el de profesores.
Antonia del Castillo Caracuel
Profesora de Bilogía y Geología en el IES Miguel de Cervantes de Sevilla
Master en Pedagogía Sistémica
Memoria Grupo de trabajo Pedagogía Sistémica 084127GT232
Sevilla, 09 de junio de 2008