Era la última clase del curso, ya estaban las notas puestas, el libro terminado y me preguntaba qué podía hacer en esa hora que estaba con el grupo que nos enriqueciera a todos; por el momento los saqué de su aula habitual y me los llevé al aula de Biología, donde tenía el recurso de ver algún documental de naturaleza. Cuando entramos, esperé a que se sentaran y los miré, me surgió la pregunta:
¿Qué habéis aprendido durante este curso para vuestra vida? Y aclaré ¿Qué sentimientos tenéis en este momento de final de curso, después de las horas vividas entre vosotros y con los profesores? ¿Qué sería lo más significativo?
Comenzaron a hablar y a expresar cómo se sentían, una alumna comentó que lo más significativo es que había cambiado la manera de relacionarse con sus amigas, sentía que ahora era más profunda y los lazos más fuertes; otro, dijo que había encontrado el amor y así fueron comentando espontáneamente y sinceramente, creándose un clima de respeto y finalmente, una alumna tuvo la necesidad de expresar algo que le había hecho sentir mal, la incorporación en mayo de su tutora después de estar de baja durante varios meses ( la baja de la tutora se debió al fallecimiento de su hijo de cuatro años después de una larga enfermedad) , a ella le parecía que era muy “sosa”.
Cuando escuché esta palabra, me di cuenta de la situación y le respondí: Claro, cómo no va a estar “sosa” si se le ha ido la “sal” de su vida, lo que ella más quiere, su hijo: En ese momento, se produjo un silencio impresionante. Continué hablando y les dije: ¿Os podéis dar cuenta cómo se debe sentir una madre cuando ha perdido un hijo? ¿Podéis daros cuenta de la fuerza de vuestra profesora de incorporarse a trabajar y encontrarse con alumnos y darse cuenta que su hijo no va tener ya vuestra edad? Esa es una enseñanza de vida que os está dando vuestra profesora y os podéis sentir privilegiados porque, de alguna manera, habéis compartido su dolor, no es nada fácil estar al lado del dolor de una persona y habéis puesto vuestro granito de arena en que ella se incorpore a la vida. La alumna expresó que se estaba emocionando y que realmente no lo había visto de esa manera, los demás compañeros asintieron, algunos dijeron que se les había puesto la piel de gallina y un alumno, muy emocionado y con lágrimas en los ojos, dijo que él comprendía muy bien a la profesora, pues había perdido a un hermano mayor y lo echaba de menos. Los compañeros no sabían de esta circunstancia de Josué. Le comenté, que ya la vida le había presentado una situación difícil y que esto lo hacía más fuerte. Le dije que pensara qué querría su hermano para él y Josué contestó, que su hermano estaría contento de verlo feliz y estudiando cómo lo hacía. Otra alumna, Aisha, quiso expresar lo mal que lo había pasado durante la larga enfermedad que su padre pasó en Marruecos teniendo ella que estar aquí en España. Terminamos, diciendo cada uno un sentimiento y deseándonos un buen verano.
Para mí, ésta fue la mejor clase que pude dar, simplemente, propuse una pregunta y lo demás lo hicieron ellos. Me sentí bien, de abrir el espacio a los sentimientos y poder devolverles otra mirada a la situación vivida con la tutora.
ANTONIA DEL CASTILLO